"Déjame atravesar el viento sin documentos"

Yo Decidí Ser Jardinero

March 11, 2015

Les comparto la cuarta historia de la serie “DÉJAME ATRAVESAR EL VIENTO SIN DOCUMENTOS”.  Un relato muy común, pero sin ser estereotipo.

La serie va así: la primera historia es Paralelo a la Autopista; la segunda, Necesito que Rosa Venga; la tercera, Primero Muerto que Preso.

Yo Decidí Ser Jardinero

Tulipanes

Tulipanes

Antonino Gomez es un inmigrante infeliz, pero legal.  Tiene lo que muchos de sus conocidos sueñan, papeles, o simplemente un permiso para trabajar en Estados Unidos.  Él lo aprovecha, sin duda, pero está insatisfecho con lo que ha hecho con su vida y lo que le ha pasado en los últimos años.

Es jardinero porque ese fue el oficio que aprendió de su padre y sus tíos.  Se sabe los nombres de las flores, la cantidad de horas diarias que necesitan de sol; sabe si es mejor sembrarlas al lado derecho o al izquierdo del jardín según si se riegan por la mañana o por la tarde. Mientras viajamos en el bus, le pregunto por mi sábila y me dice que ni me preocupe que esa planta crece sola, que le eche agua de vez en cuando y pronto estará grande y bonita. Una planta perfecta para mí.

Me pregunta con la sabiduría de sus años que cuánto tiempo llevo viviendo acá, le cuento que dos años y me contesta: “¡ay, pero si acaba de llegar!” y le digo, ya acostumbrada a esta respuesta, sí señor, llevo muy poco, y usted, ¿cuánto lleva acá? Y como a todos nos gusta contar nuestra historia, Don Antonino se acomoda en la silla del bus y comienza a contarme.

Llegó a San Diego de 10 años con los padres y dos hermanas menores.  Cruzaron la frontera sin documentos y con el tiempo lograron hacerse a sus papeles, dice que las leyes en ese entonces eran más fáciles para los inmigrantes. Cursó la primaria en uno de los colegios destinados a los inmigrantes mexicanos residentes en California, al hacer la aclaración me deja ver que era uno de esos colegios que no son muy buenos.  Sólo terminó la primaria y a los 16 años comenzó a trabajar con su padre para ayudar a conseguir más dinero y lograr que sus hermanitas fueran a un mejor colegio en otro barrio.  Trabajaban en los condominios de los suburbios de San Diego encargándose del cuidado de los jardines de la mayoría de las casas.  Cuando las hermanitas terminaron el bachillerato, Antonino tenía 28 años y le dijo a los padres que lo mejor era irse a Los Ángeles para que ellas pudieran ir a un mejor college y luego a la Universidad de California.

En Los Ángeles conoció a una bella joven, la enamoró y se casaron mientras él seguía trabajando de jardinero en los suburbios al norte del Condado.  Poco tiempo pasó cuando tuvieron su primer hijo y a los dos años la niña, la menor.  Me cuenta con nostalgia que soñaba con que sus hijos estudiaran así como lo hicieron sus hermanas y pudieran ir a la universidad en otra ciudad como hacían los otros muchachos.  Al nacer ellos, decidió conseguir un empleo fijo para poder brindarle a su familia un seguro médico y comprar una casa.  Gracias a su experiencia, fue contratado por el área de jardinería de una cadena de almacenes y ahí trabaja hace 25 años con un horario flexible, que le permite además, trabajar en las casas de los clientes del almacén que compran plantas y no tienen idea qué hacer con ellas.

Me confiesa sin reparo que está triste y aburrido, que no sabe qué hacer con su hijo mayor de 24 años, quien terminó el bachillerato, comenzó a trabajar y decidió que eso de estudiar no era para él.  No ha querido ir al college y no lo va a hacer porque él lo único que necesita es dinero y un buen trabajo.  Me dice que sabe que su hijo anda en malos pasos, consume mucho licor y teme aceptarlo, pero en el fondo cree que consume drogas.  El joven trabaja como jardinero, habla bien inglés y por ende, le pagan mejor, pero “todo lo que gana se lo bebe”.  Por si esto fuera poco, la hija, la menor, quedó embarazada al terminar el bachillerato, tuvo un niño que ahora tiene 3 años y viven los cuatro (la esposa, la hija, el niño y Don Antonino) en un apartamento en arriendo.

Termina su historia contándome que se siente deprimido y culpable.  Dice que su hijo es así porque ese es el ejemplo que recibió.  Se arrepiente de no haber estudiado como sus hermanas lo hicieron, presiente que así su vida hubiese sido mejor y sus hijos no pensarían que con sólo un trabajo y hacer dinero estarían bien. Todas las noches es el encargado de arrullar al nieto hasta que concilie el sueño y mientras le canta, se imagina lo que será de su futuro.

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