Aún no la había escogido y ya le tenía nombre, se llamaría La Runcia, como el burro de Sancho Panza en El Quijote, y por aquél refrán que dice: “ni el burro ni el que lo arrea.” Yo pensaba, pues la que lo arrea será la que saque la cara porque los recursos no dan para comprar algo muy exclusivo. Una especia de esperanza mezclada con desilusión. No era una decisión fácil.

Yo soy una nadadora que un día decidió empezar a correr porque era más conveniente en términos de tiempo. Supongo que por la evolución natural de los que corren y nadan, un triatlón se convirtió en una posibilidad y no en una alucinación. Sin embargo, comprar la bicicleta resultó ser la tarea titánica.

Además, con tanto cuento de que los segundos que ganas o pierdes por el peso de bicicleta y la aerodinamia; los cambios y los frenos, el aluminio o el carbono, un día me sentí asfixiada. Llegué a pensar que jamás decidiría qué comprar y peor aún, pensé que jamás lograría aprender tanto término técnico y tanto detalle.

Saber lo que sé de running y de natación lo he aprendido en el campo de batalla. Corriendo y nadando. Asumo que me tomará un par de años saber lo equivalente de ciclismo. Lo aprenderé pedaleando. Todo lo que lea pasará por mi mente como el aire pasa por encima del casco si no lo pongo prueba en la ruta.

Recuerdo que en noviembre de 2015, cuando decidimos hacer el ironman hicimos lo que todo el mundo recomienda: ir a una tienda especializada para un “fit” y para que analizáramos los costos. Una de las que vimos costaba cerca de 3000 dólares. Yo, como buena latina, convertí eso a la moneda de mi país y me iba dando un soponcio. Eso valen los tiquetes ida y vuelta a Moscú, a Tailandia, más el crucero a Alaska y me sobra un tanto para un par de zapatillas de running.

Luego alguien me dijo: el que te diga que este deporte no sale costoso, te está mintiendo. Creo que ha sido el mejor consejo que me han dado. Fue una aterrizada justa y necesaria para antes de empezar. Lo asumí y ahorrar era ahora el objetivo, pero no lograba decidirme por ninguna. Jota y yo mirábamos opciones y practicamente no entendíamos nada.

Había muchas cosas que pasaban por mi mente. ¿Cuánto tiempo la voy a usar a la semana? ¿Será que sigo haciendo triatlones después de Ironman 70.3 Cartagena? ¿Realmente vale la pena hacer semejante inversión cuando actualmente mi principal deporte es el running y quiero seguir haciendo maratones (a ver si logro hacer una bien hecha :P)? Alguien me dijo, la bicicleta que compres te tiene que gustar tanto, que sientas un deseo enorme por salir a montarla. Palabras sabias.

Hasta que llegó a mi auxilio Carlos Restrepo del blog www.personalrecord.co (para “aficionados a la natación, el ciclismo y el running.”) y a quien ahora llamo BikeMaster. Carlos me ayudó a buscar opciones (se sabe todos los recovecos de la web para encontrar bicicletas), yo leía y leía lo que me decía y me guíaba de uno de sus mejores post: Consejos claves a la hora de elegir una bici de ruta. Me tuvo la paciencia que nadie me ha tenido. Contestó con amabilidad hasta las preguntas más locas. Por si fuera poco, le ayudó a Jota a conseguir una súper pro en una subasta. El man es un gurú de bicis y tiene la humildad y la nobleza que a muchos nos falta.  Finalmente hubo una que me enamoró.

Les presento a Elena. Mi bicicleta. Cuando la vi, ser La Runcia no le encajaba (pero le queda de Alias). La recogí en el almacén y allá me la ajustaron, definitivamente siento eso que dicen, me muero de ganas por salir a montarla. La probé y sentí como si nos conociéramos hace mucho tiempo. Ya tengo casco, aún tiene pedales normalitos porque quiero acostumbrarme un poco a las calles de Los Ángeles y a ella. Estamos en etapa de reconocimiento. En unas dos o tres semanas la enchulo y a mí también, creo que voy a necesitar otro tipo de ropa 😉

En estos días llega la bicicleta de Jota y se las compartiré en redes tan pronto pueda.

Se reciben tips, sugerencias, aportes, ejercicios para fortalecer la espalda baja. Escucho todo lo que me quieran compartir, pilas que el conocimiento no se le niega a nadie 😀

Una y mil gracias a Carlos Restrepo, sin vos, esto sería aún una quimera. ¡Gracias!