Voy en el avión con un dolorcito en las piernas de esos que los corredores llamamos “un dolorcito rico”. Feliz. Con una sonrisota de las que delatan, como la que deben sentir los que iban por 21k y al ver los letreros “21k↖️o ↗️42k” decidieron arriesgarse para convertirse en maratonistas. Supe de tres berraquitos que hicieron eso, dos de ellos mujeres. ¡Muy rudos los tres!

Yo debí hacer lo mismo, o en su defecto, debí entrenar pa’ los 42k para disfrutar más tiempo del nuevo y amable recorrido y para gozarme el ambiente tan acogedor y divertido que se vivió en los eventos de la Maratón de Las Flores. 

Mi Carrera
La mañana empezó a las 4:15 am y junto con la alarma, se escuchaba la lluvia arreciar en las ventanas. Pronto llovía en Twitter, en las fotos de Instagram y en los grupos de Whatsapp: “¡está lloviendo!”. Yo sólo recordaba aquella mañana en que unas chicas de Barranquilla se saltaron un entreno porque estaba lloviendo… 
Me alisté, desayuné avena trasnochada y al rato una tajada de pan mojado con agua lluvia. Mi poción mágica de agua, sal, limón y miel estuvo lista antes de salir y ahí agarramos camino pa’l Parque de Las Luces. 
Iba con Jorge Mario (autor de varias entradas en este blog que es su casa virtual 😉), Silvia (futura autora del blog 😁 y esposa de Jorge) y Daniel (estudiante universitario que no conforme con las obligaciones de la U, saca tiempo y entrena para MARATONES), todos ellos miembros de Club Trotones de Envigado y que me acogieron en su casa durante los días de la carrera. Cuando llegamos al punto de encuentro nos recibió un amanecer de esos dramáticos con arcoiris de ensueño y un filtro rosa natural que dibujó más de una sonrisa entre tantos charcos y pies mojados. El anuncio de lo que sería el clima perfecto para correr: fresco, más bien frío y con un sol que tardaría en salir. 


Y el arcoiris con Silvia y Jorge 

A las 6am el ambiente ya era de fiesta. Música y aeróbicos para calentar, todos tomándose las fotografías oficiales a la salida y pegados al celu tratando de encontrar a los amigos que parecían haber desaparecido entre tanta gente. 

En ese momento pude saludar a varios lectores que me reconocieron: de Chile (Ángela, ¡qué gusto conocerte!), Panamá, Venezuela, México y locales de Manizales (hola Jhon), Barranquilla, Bogotá y Medellín. 

La carrera arrancó puntual a las 6:30 am, pero yo tardé cerca de 10 minutos en empezar a correr mientras encontraba a Angie, con quien corrí en San Diego y a Sol y a Nino de Barranquilla para salir todas juntas. Nos acomodamos en un ritmo suave porque sabíamos que la parte más dura estaba en los primeroa 4k de la subida de San Juan. Justo ahí, Angie se sintió bien fuerte y arracó sola, Nino se fue detrás porque sus metas eran similares. 

Quedamos Sol y yo solitas apuntándole a 2 horas con 10. En la marca del km 5 llevábamos 31 minutos, un poco rápido, pero nos sentíamos bien. 

Pronto alcanzamos a Karen, barranquillera que vive en Medellín, ella nos inyectó un nuevo aire y seguimos.  Pasamos la banda marcial del ejército y la animación de la marca que acompañó la ruta con unas manitos y mucho ruido, la sección más animada del recorrido. Ahí alcanzamos a Silvia, le pregunté cómo iba, me aseguró que estaba bien y Karen, Sol y yo seguimos nuestro ritmo. 

Hacia el km 12 comencé a sentir presión en el pecho y dolor en el esternón. Sí podía respirar, pero que traté de abrir mis brazos para darle más campo a la caja toráxica de expandirse y que la presión se fuera. Sirvió un poco y subimos el puente de la 30 a buen paso. 

 

Ahí agarramos Las Vegas y comenzamos a ver a nuestros amigos veloces ya al otro lado. Ver la gente de Firerunners Barranquila, la camiseta naranja del equipo de la Pista del Dorado en Envigado y la naranja neón de 21Korredores con Lilian y Giovanni representado por todo lo alto, hicieron de ese segmento algo muy emocionante. Íbamos todos gritándonos como si fuera una plaza de mercado y sin sufrir de vergüenza alguna. Para muchos, fue el único momento de coincidir en la ruta con corredores más rápidos y más lentos que nosotros. A quienes no veríamos si no fuera por la oportunidad de esta nueva ruta de Maratón de Las Flores con este gran segmento de ida y vuelta. Ahí logré ver a Andrés de Barranquilla, patrocidado por Feeture, y pensé, ojalá logre quitarse el sinsabor que le dejó la Media Maratón de Bogotá. ¡Asi fué!

Seguimos hasta que vimos a Jorge unos 100 metros adelante y nuestro nuevo objetivo era alcanzarlo sobre esa recta que parece nunca tener retorno. Se acercaba el kilómetro 16 y le había dicho a Sol que debía acelerar porque yo no podría hacerlo y no quería retrasarla. Desde el kilómetro 14 empecé a sentir malestar en el intestino. Efecto del jetlag y del cambio de hora que me pedían baño en el momento menos indicado. Sol estaba dudosa; temía acelerar y perder el ritmo; de alguna forma sentía que no podría llegar a la meta a ese paso. En medio de todo ese dilema, mi estómago, el objetivo de tiempo de Sol, mi dificultad para respirar mejor, Jorge acercándose y el retorno que marcaba el inicio de la recta final de la carrera, le dije: dale Sol y si te alcanzo, te pellizco. No volví a verla hasta después de cruzar la meta. 🙂 

Ahí me quedé con Jorge y desde hacía rato había visto el baño justo detrás del tablero electrónico así que le dije, te molesta si me quedo aquí. Un pregunta de cortesía, porque si me hubiera dicho que le molestaba, igual me hubiera quedado en el baño 😛 

Llegar al baño se había convertido en mi minimeta para ignorar el malestar intestinal. Entré y no les voy a dar detalles ni del estado del baño ni de cómo lo dejé. 

Lo que sí les aseguro es que salí renovada, enérgica y medio aburrida porque se me fueron casi 2 minutos ahí y tendría que hacer un gran esfuerzo por volver a pasar o al menos alcanzar a quienes ya había pasado. Sin embargo, eso también me motivó a echarle ganas. 

Volví a ver a Bibiana con la mamá, pero esta vez sin Ivette, una mexicana maravillosa que viajó exclusivamente para correr la Media Maratón de Las Flores y de pasó a turistear con la mamá. Ive había decidido bajarle el ritmo y se habían separado. En esas hice videollamada con Jota y hablé con él mientras corríamos, lo más curioso es que Darío Herrera me pilló en la ruta y en las fotos salgo con el celular en la mano y si detallan, Jota sale en la pantalla. LOL! 

Colgué y apareció Roberto, el esposo de Bibiana y me sacó unas fotos muy lindas. 

Seguí corriendo y me separé de Bibi. Me quedé sola. Francamente, fue mi único momento sola en la carrera. Como ese minuto de silencio que no sabes si es glorioso o doloroso. Hasta que un grito sorpresa me llegó al alma como un estallido de energía. Un lector que al parecer me conoce muy bien, me gritó: “¡Vamos Pasadenaaaa!” ❤️❤️❤️

Juan, no te imaginas lo que fue eso. Aceleré. 

Seguí mejorando mi pasó hasta que alcancé de nuevo a Jorge Mario, me dijo que venía con una pierna muy encalambrada, aún así, me alentó a seguir. Me dijo: “me guardas una medalla” y yo me fui craneando cómo darle su medalla. 

Apareció de nuevo Darío con su lente maravilla y sacó la posuda que llevo dentro 😉 

Alcancé de nuevo a Karen que había despegado con Sol en el km 16, al fin no supe qué le pasó, pero por más que traté de halarla conmigo, no pudo pegarse. No vi a Sol por ningún lado y eso me dio mucha emoción.

Apreté aún más el pasó y ahí sentía el pecho a su máxima capacidad. Iba ahogada y respirando cortico, pero me decía una y otra vez, no falta nada, esto es menos de una milla, aguanta Nati, aguanta. 

Cuando vi el arco verde brillante de EPM sentí un alivio enorme y me fui con toda. Pasé a muchos en esa recta del final, vi a Camilo Merchán de camilocorre.com y crucé la meta feliz escuchando el grito de mi Bikemaster, Carlos Restrepo de personalrecord.co quien capturó ese mágico momento en que cruzas y miras tu tiempo. 

Reclamé mi medalla y esperé a Jorge para asegurarme de que tuviera su medalla 😉 al recibirla, me abrazó y aún conservo el impacto de ese momento. En esas apareció Angie y me contó que había logrado hacer un PR (Personal Récord) por más de 3 minutos respecto a su tiempo en San Diego. 

¡Emoción total! Combinada con mareo y sed. Reclamé agua y bananos y ahí me iba dando un algo….. 

Me recibieron las chicas de Achieve de Barranquilla y me acomodé para estirar. El malestar era horrible hasta que tuve la tardía brillantez de pedirle a Sol que me ayudara con unos movimientos de Yoga para abrir el pecho, expandir pulmones y liberar el corazón. Fue bendito. En cuestión de segundos sentí el alivio y la rabia de no haberlo hecho antes. 

Comí, tomé agua y me cambié de ropa. Ahí terminaron los 21 kilómetros de mi séptima media maratón. Inolvidables. 

Sin embargo, la cereza de este pastel fueron los 10k que siguieron después. Los de pasión. Los de la ñapa. Los que hacen que el viaje haya valido la pena…. 
“Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasiòn.”

Esta historia continuará…