Primero que todo, quiero que saber quién fue la persona que en el kilómetro 35 (más o menos) me llamó por mi nombre y me dio un banano. Estoy y estaré eternamente agradecida. No sé quién tuvo ese hermoso gesto que con los años, muy seguramente será de los pocos recuerdos que me queden de esta Maratón de Las Flores. Por fa, dime quién eres.

Segundo, no me cabe la gratitud en el alma por todo el apoyo recibido antes, durante y después de la carrera.  A manera de resumen les cuento que terminé los 42k, que me gocé la carrera, que grabé muchos videos y tomé muchas fotos. Yo iba de parranda, me sentía en un desfile de Gran Parada de Tradición de los Carnavales de Barraquilla y no en un evento estresante o competitivo.  Esa, creo yo, fue la clave pa’ no sufrir con el calor o con el terreno.  La corrí en 5 horas 16 minutos 19 segundos, lejos de mi tiempo esperado, pero con la certeza de que hice amigos nuevos en el camino, consolidé viejas amistades y me enamoré una vez más de Medellín.

Ahora sí, entremos en detalles.

La noche anterior fuimos con Luis Sandoval y mi familia a comer a Il Forno, ¡ah cosa deliciosa!. Creo que fácilmente, este restaurante puede ser patrocinador de la carrera.  Al llegar a la casa preparé mi avena trasnochada con leche de soya, cranberries y mantequilla de almendras y la puse sobre la mesita de noche.  Programé la alarma para las 5:15 a.m. y me acosté a eso de las 10. Me dieron las 11 y yo todavía andaba despierta. Finalmente me dormí a las 11 pasadas. Para un total de 6 horas de sueño.

Me desperté, desayuné y le entregué a Jota dos tajadas de pan y unos bananos para que me los entregara más o menos en el kilómetro 10 y/o 20 como parte de mi reabastecimiento de carbohidratos. Comer cada hora era lo que había practicado en mis entrenos y el plan era replicarlo en la carrera. De acuerdo a mi ritmo y tiempo estimado (de 4 horas 30 a 4 horas 40), Jota se encontraría comigo en los puntos que a él le quedaran fácil según el desplazamiento. Todo pintaba bien.

Había decidido correr con la camiseta roja y me tomé una foto para publicarla en redes sociales, pero en esas llegó el taxi y la foto se quedó sin publicar 🙁 porque la mayor parte del tiempo se me fue buscando las benditas nodrizas para pegarme el número a la camiseta. Nunca las encontré. Al llegar al Parque de los Pies Descalzos busqué una carpa de los organizadores donde pudieran ayudarme con eso y no vi ninguna, por fortuna, dos corredores de Firerunners, cuyos nombres no recuerdo, me cedieron cada uno una nodriza y pude ponerme el número.  ¡MUCHAS GRACIAS! fueron mi salvación.

La carrera empezó muy puntual a las 7:00 a.m. y había miles de corredores aunque la mayoría tenían camisetas verdes de la media maratón. Al comenzar me encontré con Charlie (Carlos Vargas) de @21korredores y me recordó que esto sólo consistía en “pasarla bueno”, idea que me quedó retumbando todo el camino. Al ver el sol brillante en el cielo, concluí que tenía que bajarle el ritmo a mi carrera porque yo sé que no funciono muy bien con el calor, de entrada sospechaba que mi plan de correr la maratón en 4 horas y media no iba a funcionar.  Pero no alcancé a contarle a Jota de mi decisión. ¡Craso error!

De camino a la línea de partida encontré a Catalina (amiga desde hace más de 15 años) y Libardo (el novio de Cata), quienes corrían su primera media maratón. Iban en compañía del papá de Cata. Con ellos corrí los primeros 6 o 7 kilómetros a un ritmo súper delicioso que hizo que no sintiera ni poquito el esfuerzo hecho en la loma San Juan. Vimos como muchos corredores nos pasaban, los bomberos, el papá noel azul y otros más. Vi a un grupo pequeño de las chicas de Achieve Your Fitness Barranquilla que iban súper contentas y a muy buen ritmo. A ellas no las pude alcanzar más adelante.

En el kilómetro 7 apareció la banda marcial y la corte de los soldados. el ritmo se me subió y Liba me dijo que no los esperara, que siguiera, aproveché la subida de ritmo del emotivo encuentro con el Ejército y me fui en solitario.

El Punto Cero de Medellín era uno de los sitios que yo esperaba ver. Estaba en mis recuerdos de infancia como una de las obras del orgullo paisa.  Ahí me encontré con Natalia Camargo, lectora del blog que me reconoció y que subió conmigo el deprimido del kilómetro 8. Luego seguí mi camino y empecé a pasar a muchos de los corredores que nos habían dejado botados en la loma San Juan. Pasé la marca del kilómetro 10 a la altura de la Universidad de Antioquia (mil recuerdos me entretuvieron y la canción Brillante Sobre el Mic de Fito Páez fue mi banda sonora mental)

Ahí comenzó una parte llena de contrastes. Fue bacano ver cómo estaba pasando a muchos de los que me habían pasado antes, pero a la vez, fue duro ver que a esas alturas de la carrera, algunos de los de media maratón estaban ya sufriendo. Traté de animarlos un poco haciendo los videos de la GoPro y en ocasiones sirvió mucho.

Seguí mi camino pasando corredores por el centro de Medellín. Esta parte fue rara porque estaba llena de gente y vehículos. Fue entrentenido aunque inesperado. Lo bueno es que ese segmento pasó rapidito porque la mente estaba embolatada con tantos estímulos externos. Luego vino un puente en el kilómetro 14 y pico y a lo lejos vi el rosa brilante y hermoso de las Achieve. Alcancé a ver a Claudia Pinzón y me dije, tengo que alcanzarlas. Era duro porque era la subida del puente, así que me propuse alcanzarlas en la bajada, pero la emoción de tenerlas tan cerca me hizo alcanzarlas en la cima del puente. Nos tomamos algunas fotos y de ahí es la foto que tomaron los de Titanes Medellín.

Seguí mi camino sola, pero feliz de verlas tan bien y con el mismo ánimo del principio. En el kilómetro 15, la gente de Gatorade tenía una de las estaciones más animadas de toda la carrera. La música y el entusiasmos de los voluntarios era contagioso, súper chévere. Pero en menos de 1 kilómetro llegó uno de los momentos clave, la separación de los dos grupos, los de maratón debíamos seguir derecho y los de media maratón debían desviarse hacia la derecha. Fue triste porque quedamos solos, pero una vez más le metí buen ánimo y seguí con mis videos. Seguí pasando corredores y ahí empecé a contarlos.

Hacia el kilómetro 20 alcancé a la primera mujer que encontré.  La saludé y con ella celebramos el kilómetro 21, la mitad del recorrido. Era de Polonia, residente en Medellín, conversamos unos 10 minutos y nos quejamos de cómo los peatones y ciclistas habían invadido totalmente el recorrido en el sector de El Poblado, en ocasiones éramos nosotras quienes teníamos que esquivar las bicicletas que venían en nuestra dirección sin prestar la menor atención a los corredores. ¡Falla!

Ahí me despedí y seguí mi camino. Hasta el momento, como pueden ver, Jota no había aparecido. Mis planes de reabastecimiento estaban destruidos.  No me imaginaba qué podía pasar con el muro cuando llegara y cómo iba a hacer si se me acababan las reservas de glicógenos. Sin embargo, estaba también tranquila porque había consumido juiciosamente mis gomitas cada 20 minutos desde el minuto 30 de la carrera.  Fue el momento más difícil, ya sabía yo que sólo vería a Jota en la línea de meta y me di cuenta que debía estar desfasado respecto al tiempo. En esas me timbró el celular y era mi hermanito. Me dijo:

“¿Estás bien? ah bueno, dale dale, tú puedes, acá te estoy esperando para darte agua”

El sólo escuchar su voz y saber qué él estaba viéndome vivir esta experiencia me dio el empujoncito que necesitaba. Le dije a mi cuerpo mi frase clásica: “a quemar la grasita pues, que de esa hay de sobra”.  Una de mis metas era llegar al km 24 pues ahí acababan las subidas y comenzaba una bajada que terminaba en la meta.  Así que seguí andando loma arriba y loma abajo hasta que lo logré y me dí cuenta que a lo lejos había una chica de blusa azul sin mangas que venía haciendo intervalos caminar/correr y estábamos encontrándonos a cada rato. Yo la alcanzaba y ella caminaba, luego me alcanzaba y yo caminaba. Así pasaron aproximadamente unos 4 o 5 kilómetros. Finalmente, en el kilómetro 28 o 29 la saludé con un eufórico ¡hola! y me dijo una frase mágica: “hola, no hablo español”, no sé por qué, pero me sentí feliz.  Era como por fin hablar con alguien que corría como yo, que hacía intervalos y que contaba en millas.  Le dije, “I speak english”, se alegró mucho y de una le pregunté que si podía correr con ella. Me dijo, pero es que voy haciendo intervalos de correr/caminar y le dije, sí, por eso, es que vengo a tu mismo ritmo desde hace rato y pensé que podíamos compartir el recorrido juntas. Su nombre era Cara.

Cara es de Oklahoma y viajó con su mejor amiga, única y exclusivamente, a correr la Maratón de las Flores siendo la primera vez que se aventuraba a Suramerica a correr una maratón. Estaba fascinada con las frutas de Colombia y había pasado varios días en unas haciendas cafeteras del oriente antioqueño. ¿Quién no se se siente bien con alguien que decide venir a Colombia sin conocer a nadie y desafiando a sus padres y esposo que le decían que si estaba segura de querer ir a “la peligrosa Colombia”?

Era raro, pero la conexión con ella  se forjó enseguida. Por mil y un razones. Cara estaba corriendo como yo: por puro placer, por conocer la ciudad corriendo, por correr una maratón para la que te has entrenado durante tanto tiempo. A Cara y a mí nos importaba un comino el tiempo en el que la hiciéramos, al fin y al cabo estábamos de vacaciones y lo importante era terminar sin lesiones y caminando decentemente, para poder volver a nuestra casa como si nada hubiera pasado.

En ese momento entendí que había aprendido mucho en mis semanas en Colombia, que había entendido que la comunidad de corredores de mi país es muy distinta a la del país donde vivo. Que aún se corre más por números que por salud. Que en la Maratón de Las Flores el 10% de los corredores de los 42k eran mujeres y yo tuve la suerte de hablar con 2 de ellas escogidas al azar en el recorrido: una era de Polonia y la otra de Estados Unidos. Dos mujeres de ese 10% no eran colombianas y si me meto yo en el saco, yo soy colombiana, pero no vivo en el país hace más de 5 años.  Recordé que hacer la carrera para mí era un asunto de compromiso social, no de tiempo o reto competitivo.  Eso todo lo hablé con Cara y me sirvió muchísimo como enseñanza de vida.

En fin, en eso se nos fueron más de 10 kilómetros. Fui feliz y reflexioné sobre la vida y grabé videos y nunca vi ningún muro. Le decía a Cara, sólo quisiera un banano. Y de la nada, salió esta maravillosa mujer, que no sé quién era, gritando Natalia y entregándome el banano!?!?!?!

En la milla 25, faltando sólo 1.2 millas para el final, le dije a Cara, te espero en la meta. Arranqué a mi ritmo, hice otro intervalo y vi a dos corredores de Firerunners (creo que uno de ellos me había dado su nodriza) y recordé que debía acelerar, eso hice.  Faltando unos metros apareció mi hermanito y el papá con el agua.

Santiago corrió conmigo un buen tramo. Luego vi a mi mamá y a mis abuelos cerca a la línea de meta. Aceleré aún más y me fui buscando el final. Crucé con un tiempo de 5 horas y 16 minutos. Feliz, satisfecha y segura de que me había divertido y de que había sembrado la semilla en muchas personas de que es posible correr una maratón y que no necesitas ser el mejor o la mejor de los corredores.  Que el maratón es sólo un símbolo de aquello que crees imposible hacer con tu cuerpo, pero que con entrenamiento se logra.

Al cruzar la meta vi a Jota, lo abracé, lo besé y me alegré profundamente de verlo. Encontrarlo a él en la meta de las carreras me hace sentir que llegué a mi hogar.  Había alucinado verlo por todos lados en el recorrido y no era él, lo confundí hasta con un policía en lo alto de una cuesta en Itagüí, pero no me devolvió todos los besos que le mandé (por ahí hay fotos y videos).

Sin embargo, la parte más emotiva del final fue encontrar de nuevo a Charlie de 21korredores y recibir de él uno de los mejores abrazos que se puedan recibir en una línea de meta. Su abrazo y su alegría sincera compartían conmigo el placer de haber terminado, sin importarle el tiempo en que lo hice. “Oye, y ¿por qué te demoraste tanto?”, me han dicho.  Sencillo, porque maratones hay montones, pero la primera sólo se corre una vez y tiene que quedar grabada y documentada para la historia.

Esa fue mi primera maratón. Un desfile de carnaval en Medellín.

Luego esperamos a Cara, la saludé, le agradecí nuevamente dejarme correr con ella. Encontré a mi familia quien estaban agotados, pero feliz de verme.

Estiré…

y me cambié para ir a comer Bandeja Paisa en La 70 😉 con chicharrón de doble carril 😉

Eso fue todo!

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Si participaron en la Maratón de Las Flores y se animan, dejen en los comentarios un pequeño resumen de su carrera. Si no participaron, igual cuéntenme qué opinan de ir de parranda a la primera maratón o si son más estrictos con lo del tiempo.

Les quedo debiendo más fotos y videos, el asesor técnico, aka Jotita, anda en Tayrona y se desconectó del mundo.

GRACIAS GRACIAS GRACIAS POR TODO EL APOYO DURANTE ESTOS MESES DE ENTRENAMIENTO.

Todavía tengo dos entradas más sobre la Maratón. Una: Lecciones Aprendidas de Entrenar para una Maratón y dos: ¿Por qué correr la Maratón de las Flores Medellín? 

¡Se les quiere! ¡Abrazos!