Reflexiones

Carta a mi Abuelo

March 1, 2015

Hace varios años mi mamá me contó un recuerdo de su infancia: decía que mi abuelo tenía mucha paciencia para ayudarle con las tareas y que a ella le gustaba cuando él le ayudaba, sobre todo con matemáticas.  Hoy me pregunto si mi madre algún día le habrá dicho a mi abuelo que ella tiene ese lindo recuerdo en su memoria.  Me pregunto si además de ese recuerdo, tendrá otros y que jamás se los ha hecho saber a mi abuelo.  Precisamente es eso lo que me motiva a escribir.  Yo le quiero contar todos los lindos recuerdos que tengo de él, pero primero les voy a contar lo poco que sé de su vida.

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Mi abuelo tiene 81 años.  Nació antes de que empezara la guerra en Colombia.  Él, tal vez, sí sabe lo que es vivir en un campo en paz, con escasez, pero en paz.  Él, tal vez, sabe por qué lloran los guaduales, porque muy seguramente, algún día los escuchó gemir en su infancia o adolescencia en el pueblo donde nació.  En los años cincuenta fue víctima del desplazamiento que propició La Violencia, cuando se mataban entre godos y cachiporros (palabras que él me enseñó).  Luego conoció a mi abuela en circunstancias desconocidas porque hay cosas que parecen tan normales, que nadie se atreve jamás a preguntarlas.  Se casaron, tuvieron hijos y llegaron a vivir a Bogotá.  Una familia más de la gran oleada que triplicó la población de la capital colombiana en la década del setenta (70).  Mi abuelo vio crecer a Bogotá, al tiempo que vio crecer a sus hijos.  Tuvo nietos y hasta bisnietos,  que uno a uno llegaron en el curso de sus últimos 30 años.  Mi abuelo lo ha vivido todo y nadie sabe nada de su historia.  Le debo muchas preguntas, Abuelo, y usted me debe muchas respuestas. Vaya haciendo memoria porque hay mucho que contar.

Abuelo, voy comenzar contándole algo que ni se imagina.  Cuando yo llegué a Seattle hace 5 años, llegué muy desubicada. No conocía la ciudad y estaba obligada a manejar carro para movilizarme.  Duré casi un mes muy nerviosa, casi temblorosa, y con un temor horrible a perderme porque no conocía la ciudad.  Un día, cansada de tanta tensión y de lidiar con ese miedo, me pregunté el porqué yo no sentí eso cuando llegué a Bogotá en el 2001.  No tardé mucho en darme cuenta que la razón era porque usted me enseñó Bogotá los domingos en bicicleta.  Recuerdo cómo me ayudó a memorizar cada calle y puente importante en nuestros múltiples recorridos domingueros. Salíamos de la casa y tan pronto pisábamos la Autopista Sur comenzaba la clase: “Esta es la Autopista Sur.  Esa es la Av. Primero de Mayo.  Acá la Autosur se convierte en la Carrera 30 o la NQS.  Este puente es el de la Calle 13 y nos lleva para el centro, este puente es el de Las Américas y esta es la 26, acá volteamos para buscar la Séptima.  En la Séptima seguimos hacia el sur.” Pasábamos por la Plaza de Bolívar y seguíamos hasta llegar al Barrio Restrepo.  Por ahí ya las chichas que se había tomado en el Centro le habían hecho efecto y no me seguía dando la clase, así que no sé cómo, de un momento a otro, estábamos de nuevo en la casa.

Otros domingos, salíamos hacia la Av. Boyacá y empezaba la clase: “Este es el puente de la Autopista Sur (por acá fue donde se cayó su mamá en la bicicleta).  Ese puente que viene es la Av. Primero de Mayo. Este es el de Las Américas.  Esta es la Calle 13.  El puente rojo es el de La Esperanza. Esta es la 26. Este es el semáforo de la Calle 53.  Este es el puente de la Av Calle 68. Este es el puente de la 80.”  Ahí nos devolvíamos.  Años después, todo ese conocimiento y esa facilidad para ubicarme en Bogotá me abrieron las puertas a mi primer trabajo como psicóloga haciendo visitas domiciliarias. ¡Gracias, Abuelo!

Así que… estando en Seattle, hice mi tarea. Empecé a mirar el mapa y a memorizar las calles.  Salía los domingos a manejar para ver de qué color eran los puentes, dónde había semáforos, los almacenes y todo lo que me pudiera servir de referencia para ubicarme.  Luego llegué a Los Ángeles y antes de llegar, ya había memorizado las calles, las autopistas y todo.  Hoy en día, me ubico en cualquier lado,  miro un poco el mapa y sigo la secuencia de las calles.  Soy la guía turística de Jota, incluso en ciudades a donde voy por primera vez.  Así que Abuelo, esos domingos de ciclovía, son y serán por siempre, uno de los recuerdos más bellos que tengo y que guardaré siempre conmigo.

Recuerdo también ir a visitar a Mamá Julia a la clínica, durante mis primeros 6 meses en Bogotá.  Recuerdo cómo hablaba con ella, cómo le ayudaba a comer y cómo se despedía.  Sé que contaba las horas para volver a verla después de que nos íbamos.  Ese amor que usted y mi abuela le dieron en los últimos meses de vida me enseñó muchos valores.  Me gustaría que me contara sobre ella.  ¿Sabe que ella murió dos días después de que yo entré a la Universidad?  Siempre me pregunté si había muerto porque sabía que ya no podría ir a visitarla tan seguido como antes.  Cosas bobas que uno se imagina.

¿Recuerda la vez que se cayó en la empresa?  Acá tengo conmigo las dos piedritas que le abrieron la cabeza.  Tienen marcas de su sangre y las guardo porque ahí está parte de mi ADN, mi código genético; parte de lo que soy.  Eso es usted, abuelo, una parte de mí.  Parte de la vida de mi madre, parte de su aprendizaje, de su crecimiento, y por ende, parte de mi vida, de mi aprendizaje y de mi crecimiento.

Son muchos recuerdos, Abuelo, que se me vienen a la mente, pero ahora quiero darle las gracias. Gracias por cuidar a mis gatos.  Gracias por hacerme todos los arreglos e instalaciones que necesitaba; no sabe cuánto extraño eso.  Gracias por abrirme la puerta de la casa a las 1, 2 o 3 de la mañana cuando llegaba de rumba los viernes y/o sábados.  Gracias por darle a la casa ese olor a café todas las mañanas.  Por tener aguapanela lista tan sagradamente.  Gracias por comprar el pan, los buñuelos y las arepas.  Por mantener madera en la casa para los asados.  Por cortar las piticas de cabuya para amarrar los tamales.

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GRACIAS POR DESPERTARNOS CON LAS MAÑANITAS EN LOS CUMPLEAÑOS.  Yo no sé que me regalaron cuando cumplí 18 o 20, ni cuando cumplí 25, sólo recuerdo despertarme durante 9 años el día de mi cumpleaños escuchando Las Mañanitas.  Son regalos que no son materiales y que permanecerán conmigo de por vida.

Gracias por llamarme “ideática” en vez de loca y por llevarme la corriente en ocasiones.  Gracias por ser el único de la casa que hablaba de política conmigo.

A mí no me corresponde decir si usted fue o no un buen padre, ni mucho menos hablar de sus aciertos o desaciertos.  Yo sólo puedo hablar de usted como abuelo y la verdad es que le puedo decir que por lo menos para mí, ha sido el mejor abuelo que puede haber.  Perfectamente alcahuete, con mucha paciencia, con mucha generosidad para compartir lo que sabe.

Quiero que sepa que me dolió mucho no haber ido el año pasado y no haberlo acompañado en la clínica durante estos meses.  Que temía que desapareciera de este planeta sin haberle dicho todo esto y sin saber un poco más de su vida.  Sin haberle ayudado a recordar un poco el árbol genealógico de la familia y así entender mejor quiénes somos y para dónde vamos.  Pero en el fondo, tenía fe.  Usted ama la vida, está apegado a ella y yo sé que no se va a dejar morir por una cosa de estas.  Sea fuerte, sea paciente, un mes, dos meses, abuelo, eso no es nada en la cuenta de meses de su vida.  Déjese cuidar, déjese atender.  No se sienta inútil, entienda que se está recuperando para poder seguir ayudándole a la abuela y seguir viviendo su vejez tranquilo.

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Antes de terminar, quiero invitar a mi mamá, a mis tías y tíos y a todos los miembros de la familia a le hagan saber todas esas cosas bellas que recuerdan.  Ojalá también sean capaces de decirle las cosas no tan bellas ni agradables, pues hablar de eso cura el alma: ayuda a sanar heridas y no queda duda de que eso es lo que usted necesita en estos momentos de su vida. Sanar heridas, tanto del corazón como del cuerpo.

Por último, le digo, yo no pienso esperar a que usted se muera en 15 o 20 años, para decirle todas estas cosas en un funeral, ni pretendo rezar en el Facebook para que usted se mejore.  Hoy quiero decirle que lo quiero, que estoy agradecida por todo lo que me enseñó mientras pude vivir a su lado.  Que todo eso permanecerá conmigo hasta que yo me muera y tal vez después, si algún día publico mi biografía.  Que tiene que ir haciendo memoria, porque la próxima vez que vaya, vamos a sacar los recuerdos de lo más profundo de su alma, para poder escribirlos y hacer de su vida una historia.

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13 Comments

Reply Rocío March 1, 2015 at 2:03 pm

Tu carta es conmovedora. Yo no disfruté a mis abuelos porque ambos fallecieron cuando yo tenía dos años, pero siento algo muy parecido por mi abuela materna, quien fue la que me crió. Lastimósamente ella ya no está aquí. Tu abuelo va a estar encantado por tu carta.

    Reply navegue March 2, 2015 at 9:37 pm

    Rocíooo!!! Pensé mucho en tu abuela, recuerdas cuando preparábamos la ensalada en Acrópolis? Picábamos todo con la paciencia con que ellas nos enseñaron. Estuviste presente mientras escribía porque cuando hablas de ella, evocas con tus palabras el amor que sientes hacia ella.
    Gracias por leer! Un abrazo!

      Reply Rocio! March 2, 2015 at 10:01 pm

      Gracias!! Me alegra mucho q lo recuerdes. Un abrazo también 🙂

Reply annabella March 1, 2015 at 2:22 pm

Muy real tu escrito Natalia,me gusta y comparto poder hacer los reconocimientos y expresar la gratitud en vida,lo he vivido con mis dos abuelas y mi abuelo,recientemente con mi madre…hoy lo experimento con mi padre…96 cumple el 29 de abril…no hay mayor satisfaccion que ser agradecido. Gracias mi nina querida por recordarlo,un abrazo

    Reply navegue March 2, 2015 at 9:41 pm

    Sra Annabella! En diciembre pasado usted compartió una foto (hermosísima) de su papá en la Avenida del Río. Su mirada se me grabó. Ahí él miraba hacia el río como quien recuerda miles de historias y revive esas memorias con nostalgia. Entonces pensé en las muchas historias de mi abuelo y mentalmente comencé a escribir este texto.
    😀 Cosas que uno no se imagina que una foto pueda hacer.
    Gracias por leer!

Reply Liza Johanna Ariza March 1, 2015 at 3:04 pm

Hay formas de escribir, pero cuando uno escribe con el alma, se lee con el alma. Gracias por compartirlo.

    Reply navegue March 2, 2015 at 9:43 pm

    Gracias Lizz! Ojalá siempre pudiéramos escribir con el alma aún cuando se corra el peligro de desangrarla!

Reply Yanny March 1, 2015 at 5:34 pm

Me gusto. Tu y tu abuelo recorrian mucho la ciudad. Cosas que hacían parte de los cotidiano se convirtieron en momentos que se compartian de manera implícita

    Reply navegue March 2, 2015 at 9:46 pm

    Yanny!!! Totalmente cierto tu comentario. Esas cosas cotidianas son las que realmente se graban en la memoria. Los trayectos recorridos a nivel físico, dejan también la huella del trayecto recorrido a nivel mental y emocional. Nunca lo había visto de esa manera. Gracias enormes!

Reply Tu madre March 3, 2015 at 6:06 am

Que difícil es plasmar en una hoja tantos recuerdos, pero cuando ya los leemos y los releemos, se siente mucha paz y mucha melancolía. La mayoría de las veces las cosas, que vivimos en la vida, entre mas pequeñas sean mas grandes nos hacen, pues es lo que guardamos para toda la vida. Gracias mami, gracias por estas palabras, por estas frases, por estos párrafos, son muy emotivos y me producen mucha nostalgia. Te amo hasta los tuétanos…. :).
PD.Hay muchisísísímos mas por contar…

Reply Mary Bernal March 3, 2015 at 7:37 am

Natty, como siempre impecable, tienes un don para sumergir a las personas en tus vivencias, con tus historias, yo no viví cerca de mis abuelos, pero tengo muchas anécdotas de ellos en el campo. Y se que tienen muchas cosas para enseñarnos; y a su vez, ellos tendrán anécdotas y recuerdos de nosotros. Espero seguir leyendo de don Pedrito, gracias por compartir tu blog.

    Reply navegue March 11, 2015 at 9:53 pm

    Gracias a ti, Mary, por leerme. Viví con mis abuelos los últimos 9 años que estuve en Colombia. Mientras viví en Barranquilla, los veía en vacaciones y eso, no todos los años.
    Ya estoy armando sus historias, creo que se me va a alargar la cuestión casi que a novela! Ya te contaré. Abrazos!

Reply Diego Niño March 11, 2015 at 8:39 am

Son muchas cosas las que tendría para decir y que no podría decirlas por el volumen. Al menos no podría en este espacio. Quizás algún día me anime a escribir un artículo en el que desentrañe los rumores que dejaste sembrado en el alma.

Por ahora te comparto un poema que escuché alguna vez, y que me di a la tarea de transcribir.

Balada para un loco (Astor Piazzolla)

“Y aún te veo llegar desde la muerte”
Vicente Gerbasi

El abuelo nunca supo
lo que el amor minaba en sus adentros
El abuelo creció sin libros ni poesía
pero miraba el mundo como lo ven los locos
Recogía un juguete con dos ruedas de menos
me llevaba a caminar a lugares de bestias mitológicas
lloraba porque sí,
porque padecía de insomnio
Era esa su manera de entregarse a la noche.
El abuelo amó a una mujer que nunca dijo Sí

En noches en las que nadie me buscaba
yo
despierto
ingenuo
lo tomaba del brazo para que no se fuera nunca
pero fue inútil
porque un hombre así sólo se puede morir del corazón
porque los poetas y el mundo
se están acabando desde siempre.

Felipe Granados

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