Un soliloquio es como un montón de cosas sueltas, medio dramáticas medio realistas, que se dicen sin un destinatario específico.  Eso es esta entrada, una sarta de ideas locas y recuerdos que vienen a mi cabeza por motivo de mi cumpleaños.

Este año cumplí 31 y lo grito a los cuatro vientos para acallar las voces de aquellas mujeres que se avergüenzan de su edad.  Como si cumplir años fuera pecado.  Como si cumplir años significara hacerse viejo.  Cumplir años es celebrar el día en que uno llegó al mundo.  Yo lo celebro así no me acuerde de nada.  Uno celebra los aniversarios, conmemora la fecha en que fallece un ser querido y lleva la cuenta de esos acontecimientos, ¿cuál es la diferencia entre esos números y la edad?  ¡Quién sabe!

Existe el tabú de no preguntarle a una mujer su edad y me resulta de lo más tonto del mundo.  A mi no me da pena decir mi edad, tal vez porque he vivido  mis 31 años de forma tal que me siento orgullosa de cada decisión tomada (hay quienes me dicen que no me da pena porque aún estoy joven!!! -yo creo que mi primita que cumple 15 años en dos semanas no piensa que yo sea joven- yo sé que no me va a dar pena porque eso es una cuestión de actitud).  No me avergüenzo de lo que soy ni de lo que he hecho y por eso me he dado el gusto de hacer mi vida pública con este blog.  Creo que esa es una de las cosas que voy a recordar siempre de mis 30 años es que fue el año en que inicié El Blog de Nati.

Desde hace un tiempo vengo trabajado internamente en la virtud de aprender a no juzgar.  Luego de muchas batallas mentales entre la voz que juzga y la voz que vigila, llegué a la conclusión que lo más importante es aprender a no juzgarse a uno mismo.  Cuándo se logra ese nivel de amor propio y de respeto por uno mismo es muy fácil desnudar el alma ante los demás y no temer el ser juzgado o criticado.  Ese es el principio de un camino que busca no juzgar a los demás, no criticar ni tomar decisiones sobre otros basadas en prejuicios.

 

Recuerdo que cuando cumplí 10 años estaba en Medellín en la casa de mi tía Esther, dormí en la habitación de mi prima Carolina quién me despertó a eso de las 9 de la mañana con el ruido del televisor.  Me dijo, Natalia, levantáte pa’ que veas el desfile de acción de gracias en las calles de Nueva York.  A esa edad me imaginaba un desfile igual a la Batalla de Flores o La Gran Parada de los Carnavales de Barranquilla y ¡oh sorpresa! cuando en la transmisión del televisor veo que este famoso desfile era más o menos la misma cosa!  ¡Había carrozas con pavos gigantes, Mickey Mouse y Papa Noel!  ¡Había montones de gente caminando por las calles, disfraces y música!  Igualito que en los Carnavales.

En ese entonces tenía varios amigos que cumplían el 14 o el 20 o el 21 de febrero y yo decía: ¡ay qué chévere cumplir años y que siempre haya unos días de parranda!  Que no es lo mismo que cumplir en Navidad o Año Nuevo porque ahí siempre le tumban a uno la celebrada o le dan un regalo en vez de dos.  En fin, el caso es que ya llevo 4 años celebrando mi cumpleaños de esa misma manera.  Siempre hay un ambiente festivo en los días que rodean mi cumpleaños, un espíritu de gratitud y de fraternidad que sólo aparece en esta época del año en este país y me resulta divertido.  Para los que no han tenido la oportunidad de vivir esta celebración, les digo que esta es la única fiesta del año que paraliza realmente a este país; el único día en la que para la gran gran gran mayoría, la familia y los amigos son mucho más importantes que el trabajo.

Les cuento esta historia porque tiene relación con uno de los mejores regalos que recibí de cumple.  La fiesta de acción de gracias es una costumbre que data de los tiempos en que llegaron los primeros inmigrantes al territorio norteamericano.  Fue la acogida que le dieron los nativos a los inmigrantes (qué pesar que esos inmigrantes hicieron sus fechorías con los nativos).  El caso es que justo el día de mi cumpleaños, dos días antes de la fiesta del Thanksgivings, me llegó después de casi 5 años de vivir acá, de tener toda clase de visas y hasta de vivir sin visa por más de un año (¡huy! este tiempo de ilegal se los tengo que contar en otra entrada), el Departamento de Inmigración me ha declarado Residente Permanente de los Estados Juntos!  Woohooo!  Ese día sentí que en el fondo los gringos también tienen alma.

Por otro lado, les comparto la torta de cumpleaños que me hicieron los niños con los que trabajo.  Fíjense bien en los huequitos que tiene en el frente, estaban felices esos niños celebrando mi cumple y como no iban a estarlo si desayunaron ponqué!  Me hicieron llorar y todo cantándome el Happy Birthday!

 

El domingo celebramos con mis amigos acá en el apartamento.  Una gran excusa para reunirnos y pasar un rato juntos.  Este fue el día en que Jota trajo la Tres Leches… 

Ayer Jota salió a correr conmigo, hicimos 3 millas y al final hicimos pique pa’ llegar rápido a la casa y comernos la súper lasagna que me preparó de cumpleaños.

Bueno, creo que ya se me acabó la cuerda del soliloquio.  Sepan ustedes que me siento muy feliz en este cumpleaños y quiero decirles que realmente agradezco sus mensajes de felicitación, las llamadas, los whatsapps, los bbms y demás!  Espero seguir molestándolos a través de mi blog, mientras exorcizo mis miedos y prejuicios que ojalá a muchos les sirva de espejo.  Tengo tanto que escribir!  A ver cuándo me pongo al día.