“Cuando dos elefantes luchan, la única que sufre es la hierba.” Palmeras en la Nieve.
En esta lucha de Colombia, el pueblo ha sido la hierba.
Ya saben que yo no me enredo en peleas políticas. No me interesa convencer a nadie de que vote sí o que vote no, conque hagan un pin de ejercicio en vez de ver tanto noticiero y novela es suficiente. Pero lo que sí les vengo a decir es que tratemos de ser un poco mas amables con el otro. Con el que no está de acuerdo. Con el que piensa y tiene un duelo distinto.
Creo que como todos, tengo entre mis contactos todo tipo de opiniones, desde las más radicales y conservadoras, hasta los más liberales y excéntricos, pasando por los de la filosofía ‘meimportaunculismo” la política. Sin embargo, lo que me ha llamado la atención son los amigos que tratan de brutos a los que tienen una opinión distinta a ellos. Los que ponen en tela de juicio su capacidad racional por pensar diferente. Varios de mis amigos y de los más razonables, sensatos y cercanos que tengo tienen una opinión distinta a la mía. -“Nati, pero elimínalos, mira que eso es lo que hacemos todo cuando alguien nos cuestiona o ignora nuestras opiniones o cuando dicen cosas sin sentido ni argumento. No sé tú, pero yo sí los elimino porque no quiero ese tipo de gente en mi vida.”- 🤔
Los Que Piensan Distinto
¿Me sorprenden? No ¿Me ponen a pensar? ¡Sí! Cuando Fulanito De Tal me muestra con argumentos su opinión, me hace mirar pa’dentro. Me hace revisar mis argumentos; me hace sacar la lupa; me hace tener un criterio sólido y que toma en cuenta la otra mirada. Me hace ver mi patria con el dolor de otro, con el miedo de otro, con la experiencia de otro y no sólo con mis ojos sesgados por una guerra que viví mirando hacia el mar y no hacia las montañas o hacia la selva. Por años, la guerra que vivimos en Barranquilla consistía en los sedimentos y en la basura que arrastraba el Río Grande a su paso por las montañas.
Volviendo al tema, los que piensan distinto me hacen entender que todos hemos sufrido la guerra, de forma distinta, pero todos la hemos sufrido. Sin embargo, lo más valioso es que me hace entender que todos tenemos formas distintas de amar y de odiar (sí, odiar, también podemos odiar, lo que no es sano es reprimir el odio), que todos tenemos formas distintas de vivir el perdón y que todos tenemos un sentido de justicia diferente porque todos tenemos una historia de vida diferente. Hemos sido criados con escalas de valores distintas, pero además, todos tenemos una formación académica distinta.
Al ingeniero ambiental su dolor de patria le resulta irreparable porque así han sido las consecuencias de los bombardeos a los oleoductos, sin hablar del tema minero. Al administrador le preocupa su bolsillo porque puede que sea dueño de empresa, entonces sabe que la mitad de sus ingresos se van en pagar impuestos para el gobierno y le duele ver que no son bien administrados. A los psicólogos les resulta fácil hablar de perdón y olvido y como que se les olvida lo difícil que es cambiar a un sólo paciente y hacerle entender esos dos conceptos, pero aún así esperan que haya un cambio masivo en la actitud de los colombianos hacia el perdón y el olvido.
Olvido, como si olvidar aquella noticia en la radio en la que los victimarios jugaban al fútbol con las cabezas de sus víctimas fuera muy fácil. Como si olvidar los cientos de sábanas blancas o bolsas negras que cubrían los muertos en las noticias de los 90 fueran fáciles de borrar. Como si para cualquier colombiano un dísparo no fuera de los sonidos más fáciles de distinguir, tal vez porque desde niños crecimos escuchándolos de vez en cuando a nuestro alrededor. Eso no se olvida fácil. El bus en llamas en la carretera no se olvida fácil, las botas de caucho amarillas y el temor de no poder confiar en nadie en medio de las montañas no se olvidan fácil.
Y aquí no se trata de ufanarse de que mis abuelos fueron desplazados o de que al primo del hermano de mi hermano lo secuestraton y entonces eso me da argumentos. Como si al que no le secuestraron a un familiar no tuviera argumentos de peso. Hay que entender que a todos nos duele la patria. A todos, desde cada esquina geográfica y psicológica.
Hace unos años en una reunión de amigos, entre ellos varios colombianos, alguien nos preguntó qué era lo que nos hacía sentirnos orgullosos de Colombia. Todos coincidimos en que la geografía del país era lo más maravilloso. Eso me hizo pensar que de las cosas que más nos duele a los colombianos es no haber podido viajar por el país como se hace en otras latitudes. Ir aquí o a allá era peligroso en mis tiempos, pero por recorrer la carreteras de Colombia y ver sus paisajes somos capaces de venderle el alma al diablo y elegir a alguien que nos garantice seguridad para hacerlo. Ese es otro dolor de patria. El miedo a no poder volver a viajar por el país nos embarga a muchos, se apruebe o no el Acuerdo.
En fin, a lo que vine en un principio: al trato respetuoso y amable hacia la decisión del otro. No hay necesidad de estar de acuerdo para que nos entendamos. Es un ejercicio más difícil el de mirar la vida desde los ojos de otro, desde el mapa neuronal del otro. Es más fácil mirarlo desde el nuestro y juzgar. En mi caso, lejos de pensar que Fulanito es bruto, me siento orgullosa de aún tener a mi alrededor gente que no está de acuerdo conmigo. Gente que me cuestiona, que me hace dudar, que hace que evalúe mi historia de vida y mi formación intelectual y con base en ellas tome una decisión propia. Sin influencias.
No siendo más, sólo resta queridos lectores, mi última solicitud: tomen decisiones propias. No decidan porque la actriz en Instagram dice el porqué votar, porque el analísta político de turno o la periodista destapaollas. O el cantante, o el presidente. Decidan por ustedes mismos, haciendo uso del material neuronal del que gozan y de su experiencia emocional ante la historia del país. Desde su unicidad. En otras palabras, decidan con cabeza y corazón, pero decidan algo carajo y manifiéstense en las urnas. 😌
Recuerden:
‘Somos [la] prehistoria que tendrá el futuro”, Silvio Rodríguez.
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