Esta fue mi octava media maratón, pero la quinta del 2016. Tuve el honor de correrla como Pacer, gracias a la confianza que depositaton en mí los líderes de mi club de running. Puedo decir que ha sido la carrera mas dura de este año. La ruta tiene un desnivel negativo bravo que hacía muy difícil mantener el ritmo y que me ha dejado con los cuadríceps destrozados. Obtuve de nuevo un #PersonalRecord en esta carrera como la más lenta que he corrido a la fecha, desbancando la Media Maratón de Medellín 2016.  

La alarma sonó a las 2:30 am, nos alistamos y preparé un sánduche de huevo con queso cheddar para sayunar en el camino. Tomamos agua, nos alistamos y nos fuimos. Debíamos manejar 1 hora y necesitabámos estar allá antes de 4:30 para encontrame con Nellie, una Coach del grupo de Trail Runners de Pasadena Pacers quien nos hizo el favor de reclamar nuestros kits el viernes en la Expo. ¡Gracias Nellie!

La carrera empezaba a las 6 am en la parte alta de una montaña, así que unos buses nos recogerían entre 4:30 am y 5:30 am para subirnos a esperar el pitazo de salida. Llegamos a las 4:15, ya desayunados. Nellie nos dio los paquetes y ahí nos pusimos el dorsal con las nodrizas. Todo estaba listo. Subimos al bus y nos esperaba un viaje de 30 minutos así que a relajarnos. 

Llegamos muy temprano, todo estaba oscuro y en la espera fueron llegando todos los Pasadena Pacers que correrían la media maratón. Yo tenía la bandera con mi tiempo de carrera objetivo y otros corredores se me acercaban a preguntarme qué ritmo/pace llevaría. Yo les decía una y otra vez “10:40 minutes per mile”, cosa que me hacía sentir muy nerviosa. En esas me corrigieron: la carrera empezaría a las 7:00 y yo estaba mal informada. 😫 Temía que me diera hambre, pero por fortuna llevamos dos bananos que nos comimos 30 minutos antes de la arrancar.

A las 7 en punto empezamos, yo me acomodé con mi banderita y un grupo de runners que seguramente iban buscando hacer 2 horas 20 minutos. Jota corrió conmigo y estaba muy contento. El grupo de Pasadena Pacers que venía detrás estaba súper divertido. Así que nos fuimos hablando y gritando. Me dice que no sintió en qué momento pasamos los 3 primeros kilómetros. 

10:40 min por milla (6:38 min por km) no era un ritmo fácil para mí. Nono, corrección, era un ritmo fácil para mí y por eso me asignaron llevar esa bandera. Yo debía poder correr tranquila, a ritmo conversacional y llevando mi pace totalmente bajo control. Sin embargo, los nervios de ir más rápido o dejarme llevar por la ruta y energía de la carrera me invadían y no me dejaban hablar. 

Yo miraba a mi alrededor y estaba ‘sola’ aunque sé que todos iban pendientes de mí, de si yo iba muy lento o muy rápido. Estaban los que no querían pasarme en la primera mitad de la carrera y que seguramente me adelantarían en la segunda mitad (yo he hecho eso). Estaban los que iban delante de mí y continuamente se aseguraban de que yo no los pasara y si los pasaba, rápidamente volvían a adelantarme. Una chica intentó correr conmigo, pero se quedó en la segunda loma hacia el km 5. Todo esto me cuestionaba… ¿estaré haciendo esto bien?, ¿por qué nadie corre conmigo?, ¡debería hablar!, ¡anda, dí algo!.

Nada salía de mi boca, yo sólo iba cerciorándome de llevar el ritmo correcto. Pero las lomas me hacían correr a ritmos muy disparejos. En las millas de subida iba ‘demasiado’ lento y en las de bajada era lo contrario. Pensaba todo el tiempo que estaba haciendo las cosas mal. Era muy loco. Pero las dudas se dispersaban cuando recordaba que después del km 10 vendrían cuatro cuestas pronunciadas que emparejarían mis splits con sus respectivas bajadas. 

En el kilómetro 13 apareció la mesa de hidratación que estaba siendo manejada por los Pasadena Pacers y Marcos (el de rojo en la foto), quien hace poco corrió su primer Ironman y me ha compartido mucho de lo que sabe me gritó: “¡NATALIA, MY FUTURE IRONMAN!” No se imaginan lo que eso significó para mí… fue como el polo a tierra, lo que necesitaba para recordar que no tenía nada de qué preocuparme porque ese ritmo de 10:40 por milla era mi ritmo normal al que he venido entrenando desde hace 3 meses. Es mi ritmo controlado, el ritmo que he venido perfeccionando desde la Media Maratón de San Francisco y que llevé en la Media Maratón de Las Flores a 1500 metros sobre el nivel del mar. No tenía nada de que preocuparme, incluso debía visualizar ese ritmo como el que idealmente quiero llevar en Cartagena (si es que eso es predecible con las condiciones climáticas que nos esperan). 

El caso es que ese fue mi momento de verdad. Me di cuenta que estaba haciendo las cosas bien. Hice mis matemáticas y vi que llegaría no menos de 2 minutos por debajo del tiempo y que eso estaba permitido, lo que no estaba permitido era llegar después de 2 horas 20 minutos. Algo que no pasaría, así que me tranquilicé. 

Jota me alcanzó luego de su tercera ida al baño y corrió conmigo un par de kilómetros más, pero le vi la cara de afán, de que quería acelerar pa rematar como le gusta y pues le dije que fresco, que no se frenara por mí que yo debía seguir con mi pasito tuntún. Se fue. No lo volví a ver sino hasta el final cuando él ya tenía la medalla colgada. 

Yo seguí andando y empecé a hablar con quienes tenía a mi alrededor buscando quién iba por menos de 2:20. Dos corredores me confirmaron sus intenciones y seguí enfocada en ellos dos. Faltando una milla (1.6k) para la meta les dije que le aceleraran para que llegaran primero que yo, intentaron hacerlo, pero la última cuesta los alcance nuevamente. Ahí confirmé que llegaría justo dentro de esos dos minutos de gabela que me habían dado. 

No tuve que acelerar al final, solo continuar con mi ritmo y cruzar la meta con 2 horas 18 minutos y 41 segundos. Recibí mi medalla de manos de otra corredora de mi club que estaba de voluntaria en la carrera. Uno de los corredores se me acercó para agradecerle que lo ayudara a lograr su #personalrecord de una media maratón en menos de 2:20, hizo 2:19:31… Ahí entendí el porqué el Pacer debe llegar antes del tiempo asignado. 🙂 

Vi a Jota y me contó cómo le había ido. Venía a toda cuesta abajo, la rodilla le dolió bastante y se detuvo un par de veces a estirar, aún así terminó en 2:15:56. Bajó esa montaña enloquecido porque al final entregarían pizza y pie a los corredores. Dirán que exagero, puede que sí, puede que no. Lo que sí es fijo es que terminó feliz y satisfecho de haber corrido su primera media maratón, sabiendo que horas después tendría que nadar 2200 metros y que al día siguiente le esperaban 80 kilómetros en bicicleta. 

De ahí nos fuimos a reclamar la pizza, luego a estirar y compartir con los Pacers en la carpa que habían instalado en la meta. Estuvimos ahí un buen rato hasta que el deber de continuar con el entrenamiento para el Ironman 70.3 Cartagena nos hizo irnos. 

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Esa es la crónica de mi carrera. Estresante como ninguna otra, pero enriquecedora al final. Me dejó con el corazón gordito por haberle ayudado a ese corredor y quién sabe a cuántos más. Sin duda alguna volveré a ser Pacer de carrera si se me da la oportunidad, pero por lo pronto seguimos enfocados en la meta que llegará en 3 semanas.