A partir de ahora soy ciudadana de los Estados Unidos.

Aquí les va una más de mis divagaciones con párrafos inconexos. Sin principio ni fin; sin nudo ni descenlace. Un revuelto de emociones. Duda, certeza. Tranquilidad y miedo.

Hoy fue la ceremonia. 3071 personas (la mayoría eran mexicanas) hicimos la promesa de lealtad a éste, nuestro nuevo país, que nos adopta como hijos. Te preguntan tantas cosas y te hacen prometer tantas cosas y uno sólo repite y ruega a Dios que las guerras se acaben y no nos toque salir a servir en las fuerzas armadas. Sin embargo, todas esas dudas surgen porque te dan la opción de elegir si quieres o no ser ciudadano y tener los mismos derechos y deberes de alguien que nace en este país. Nadie le preguntó a nuestros soldados si quierían ir a la selva cuando crecieran.

Al que nace en un país nadie le pregunta si quiere o no agarrar un arma e ir a combatir si la patria así lo requiere. Es un deber con el que naces y del que no eres consciente sino hasta que te veas en la obligación de cumplirlo. Pero vaya dilema cuándo te lo preguntan. Cuando en estado consciente, a los 32 años, alguien te dice si estás dispuesto a agarrar un arma para defender la constitución de tu país. Tu nuevo país. ¿Estaría yo dispuesta a hacerlo por la constitución de mi pais de origen? Nadie me preguntó eso jamás.

Luego te piden adherirte a un partido político pues como parte de tus deberes, hay que ejercer el derecho al voto. El derecho a elegir quién quieres que te represente tanto local como internacionalmente. Entonces las palabras de Gabriel García Márquez, en boca del Coronel Buendía, revuelan como mariposas amarillas… “Si hay que ser algo, sería liberal, porque los conservadores son unos cabrones.”

No obstante, te hacen ver que no es cualquier voto. Debe ser un voto informado. Surge la pregunta, “Gabo, ¿acaso los liberales no han sido unos grandes cabrones también?”

Ejercer la ciudadanía ya no es sólo un conjunto de derechos que van desde una vejez digna hasta la certeza de que podés hacer valer tus derechos humanos inalienables. El estado te defenderá así no hayas nacido aquí porque te has ganado el privilegio luego de muchos años de esfuerzo y de aportar tu grano de arena para que este país sea mejor. En mi caso, he ayudado a educar niños que amen el planeta, que se respeten los unos a los otros en cuanto a sus diferencias y a que usen el cerebro para pensar y no sólo para elegir qué ropa ponerse.

Además de ese conjunto de derechos tan apetecidos, tengo el deber de hacer de éste un país mejor. Supongo que tenía el mismo deber en el país donde nací, pero nadie me lo dijo. Me pregunto, ¿quién hace algo que impacte positivamente al país y que vaya más allá de quejarse o asistir a marchas? Mejor no me pregunto esas cosas. Tal vez pongo muchas neuronas a implosionar.

Lo que hoy quiero compartir con ustedes es mi alegría y el orgullo que siento. No ha sido un camino fácil. Los que llevan leyendo mi blog un buen tiempo saben un poco mi historia. Saben  cómo llegué y todo el tiempo que estuve como ilegal o indocumentada. (Pueden leer esas entradas aquí. Son dos entradas, Parte 1 y Parte 2.) El caso es que hoy no me queda más que decirles que me identifico enormemente con la cultura de Estados Unidos tanto como me identifico con la de Colombia.

Aquí entendí lo que significa vivir en comunidad. Aquí entendí lo que eran las organizaciones de voluntarios como los Pasadena Pacers en la que entrenadores profesionales, administradores, líderes y hasta fotógrafos donan su tiempo y conocimientos a la comunidad porque hace parte de la vocación de devolver lo que reciben. Es que acá hay un club de running gratuito y sin ánimo de andar realizando carreras con las cuales lucrarse económicamente. En fin. Aquí entendí lo que era decir NO y decirlo de frente. Aquí aprendí que puedo decirle a un cliente, no me sirve el pago que me ofrece porque lo que sé y lo que hago vale mucho más. Aprendí que puedo hacer respetar mi trabajo porque lo hago bien y es justo lo que exijo. Mejor dicho, si me extendiera en este tema, créanme que podría escribir un libro.

Que hay muchas cosas terribles, sí. Yo me enfoco en lo positivo. Así como hago con Colombia. Si mirara sólo lo negativo, viviría frustrada y ni ganas me diera de escribir y luchar día a día para que la gente mueva su cuerpo, a ver si por inercia, se le mueven las neuronas.

Bueno, gracias a todos por leer y nos seguimos viendo aquí y allá con los entrenamientos.