Les confieso que comencé a escribir con una pregunta en mente: “¿y ahora qué?” No me imaginé que después de escribir iba a llegar a esta conclusión. Sigan pues, bienvenidos a una entrada más en las que se desnuda mi alma.

Esta semana celebro 6 años corriendo. Exactos. Facebook tiene la caridad de recordarnos qué hacíamos, dónde estábamos y con quién en “un día como hoy” años atrás. El turno en estas fechas es para los inicios de mi romance con el running en el 2010.

Empecé a correr porque cuando llegué a Estados Unidos me subí mucho de peso. Pesaba 74kg (165 lbs) y no me quedaba la ropa que había traído de Colombia. Lo curioso es que mi verdadera motivación para salir a correr fue que no quería gastarme mis ahorros destinados a viajar, en un ajuar nuevo de ropa. En 4 meses, los meses de adaptación a mi nuevo país, me subí casi 15 kilos (30 lbs) y pues nada, ya era hora de dejar la pendejada y volver a estar activa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Corría martes y jueves a las 6 a.m. por la avenida principal del barrio Magnolia en Seattle. Una avenida llena de árboles de flores rosaditas y cuervos madrugadores (me mataban del susto). Con olor a mañana primaveral y con el rocío del amanecer sobre mi piel. Un recuerdo vívido. Seguía el plan de la página Web de un grupo de running de California. Me inscribí en LA Fitness y los días en que no asistía a clases de inglés, iba en bici, nadaba o hacía pesas y volvía en bicicleta. Caía rendida a dormir.  Mi compañera de aventuras fue Venice, una amiga toluqueña que estaba también de intercambio. Ella se animó a correr conmigo y sin saberlo, me ayudó a mejorar cadencia y zancada. Es una mujer altísima (basquetbolista) y para poder ir a su ritmo, yo debía dar dos zancadas al mismo tiempo en que ella daba una.  En las noches nos poníamos de acuerdo para ir en la bici y para compartir frutas antes de emprender el camino de regreso.

En esas anduve hasta que me mudé a Los Ángeles a finales del verano. Me incribí en otro gimnasio, los miércoles nadaba y los viernes hacía spinning. Los martes, jueves y domingos corría. Sola. Correr se convirtió en el desahogo de mis días de soledad. Las tardes de charlas con amigas en Seattle se convirtieron en cientos de gotas de sudor bajo el intenso sol californiano. Conocí de palmo a palmo las calles de mi nuevo barrio. Corrí por andenes, caminos de caballos y calles sin salida. Siempre sola.

En mayo de 2011, sin planearlo, celebré mi primer año corriendo con una carrera de 5k que era el primer domingo de junio. 27 minutos 54 segundos. Todos me decían que era un buen tiempo. Yo no sabía de tiempos ni de distancias. También me decían que porqué sólo hacía una 5k si yo corría más. Yo no sabía de maratones ni de medias maratones ni de maratones de 10k 😉 Yo sólo sabía que correr le daba vida a mis monótonos días de estudiante de intercambio.

Después vino el tiempo en que me quedé de ilegal. (Historia que puede leer en este link.) Me casé y nuestra situación económica se complicó. Tuve que salirme del gimnasio y sólo me quedaron mis salidas a correr y mis tennis; unos Nike que tenían más de 1000 kms de uso, los mismos con los que había empezado un año atrás. Yo no sabía de vida útil de los tennis, si se ven bien, todavía están buenos. Me acompañaron hasta el 2013.

En marzo de ese año la suela ya estaba quebrada y las plantillas deformes. Ya podía comprarme otros y seguí con Nike (cómo no amarlos sin aún destartalados, jamás me lesionaron?). En Mayo viajé a Hawaii por trabajo y además de devorar La Tregua de Benedetti, devoré el trópico hawaiiano corriendo. Corría casi a diario y volví a enamorarme del running. Me sentí viva, libre, salvaje y valiente. No tenía carro (ni motico, Liz) y corriendo llegué a todos los lugares donde quería ir. No sé si fue el olor a mar, la vegetación de hojas gigantes, el color bermejo de la tierra o el verde de las montañas, pero volví a Los Ángeles y me inscribí en otra 5k. La que me cambió la vida.

Esta 5k era parte de las carreras de la Pasadena Marathon. El día que recogí el kit, vi una carpa roja con un logo similar al del plan de entrenamiento que había seguido por internet. Eran los Pasadena Pacers, una comunidad gratuita que se reunía los sábados a las 7 a.m. en el Rose Bowl. Yo ni sabía de los beneficios de unirse a un grupo.  Yo corría sola y corría los domingos. El sábado, desde que terminé el Colombo en Barranquilla, era mi día sagrado de dormir hasta tarde.  Pero no fue sólo eso: en esa carrera, por primera vez, vi gente corriendo maratones y medias maratones. ¿Será que yo también puedo?

Retomé el gimnasio y las clases de spinning. Compré un vestido de baño y volví a nadar. Descargué un app de Active.com para subir el kilómetrajo y me comprometí conmigo misma a correr una 10k el día de mi cumpleaños número 30. Como parte de entrenamiento, en octubre Jota y yo corrimos los 5k de la Rock and Roll Los Ángeles 2013. El domingo 24 de noviembre, un día antes de mi cumple, corrí 10k y cuando iba a guardar lo hecho, se me apagó el celular. Viajé a Colombia ese diciembre y decidí que el 2014 sería el año para correr una 10k en un evento, unirme a los Pasadena Pacers y por qué no, correr una media maratón.

Esta vez hice mi propio plan de entrenamiento para 10k porque durante todo el 2013, me dediqué a leer todo lo que se me cruzó en el camino sobre running. Entrené sola, me inscribí a una 10k el 22 de marzo y una semana antes de la carrera fui como voluntaria a la carpa de los Pasadena Pacers en la Maratón de Los Ángeles. Después de compartir con ellos más de 8 horas ese domingo, los 15 años de sábados de dormir hasta tarde se fueron al traste. La alarma de mi celular lleva 2 años activa los sábados a las 5:50 a.m. para ir a correr con ellos. El 5 de abril comencé el entrenamiento para mi primera Media Maratón en San Francisco y el resto ya es historia pública, porque en ese tiempo nació El Blog de Nati.

Bueno, y todo esto, como les decía al principio, es para revisar en qué estoy ahora. Terminé Paris y en menos de 3 semanas corro los 21k de la Rock and Roll San Diego. Pero les cuento que luego de la lesión postmaratón, del autoanálisis que vino después y de todo lo que he escrito en esta entrada, me doy cuenta que llevo 2 años de planes de entrenamientos y de carreras esperando por mí. Atrás quedaron los tiempos de correr por el puro placer de sentirme activa y viva.

Quiero hacer los 42k de la Maratón de San Francisco, pero ya no creo que alcance a entrenar. Quisiera también hacer la Maratón de Las Flores y aunque para esa sí tengo suficiente tiempo, no estoy segura de querer darle de nuevo ese golpe a mi cuerpo. Sólo quiero seguir corriendo sin una meta fija. Correr por gusto y placer y sin carreras esperándome en 8, 16 o 20 semanas.

Los maratones son violentos para el cuerpo y para la mente. Yo siento que necesito un tiempo de calma y de vivir el aquí y el ahora, de volver al principio y correr para encontrarme conmigo misma, con la Nati que ha quedado después de dos maratones y de 2 años de bloguear. De encontrarme con la Nati que ha sido transformada por todas las nuevas personas que he conocido. Además, el último año ha sido bastante convulsivo en mi vida y de verdad que necesito un poco de ligereza y desahogo.

He llegado a la conclusión de que voy a seguir entrenando parejo, sin ninguna carrera específica en el corto plazo, buscando subir un poco más mi kilometraje base (actualmente es de 30 a 35 km semanales, quiero llegar a 40-45), pero preparándome para aprovechar las oportunidades que se me presenten.  Eso sí, nos vemos en la Maratón de las Flores y en el Ironman 70.3 Cartagena.

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Cuénteme, celebren conmigo, ustedes cómo empezaron a correr? O cuándo van a empezar? 😉